Tras recorrer
los kilómetros que separan el pintoresco pueblo de Chivay (Perú) del mirador del valle
del Colca, también llamado Cruz del
Cóndor, entre valles de vértigo e impresionantes montañas, al fin llegamos
hasta el famoso lugar donde ya se concentraba un buen número de personas. Pregunté
si se había dejado ver el cóndor andino;
Vultur gryphus, y me dijeron que ya
habían pasado tres. No sé ustedes, pero yo en estas situaciones, siempre pienso
en lo peor, y me dije: “pues ya está, pasó mi oportunidad”…
Pese a
todo, yo estaba ya más que emocionado por las impresionantes vistas del cañón,
según los peruanos, el más profundo del mundo. También por las innumerable
avecillas que iban de un lado a otro, por el veloz vuelo de los vencejos andinos; Aeronautes andecolus, y por la fugaz aparición de un colibrí o picaflor gigante; Patagona
gigas. Aves, que pasaban absolutamente inadvertidas para el resto de
visitantes, ya que el interés era ver el gran cóndor andino, el ave no marina, de mayor envergadura. Nunca una
sola ave había despertado tanto interés entre la gente, aficionados y no
aficionados a la ornitología.
Lo cierto, es
que no se hicieron de rogar demasiado, y justo debajo de nosotros, aparecieron de entre los riscos, cinco cóndores
andinos, uno tras otro. Aquello parecía un espectáculo circense, no dejaron
de dar vueltas sobre la gente emocionada, que no dejaba de tomar fotografías y
exclamar un fuerte ¡oh! con cada pasada. Entonces tres de ellos se posaron
sobre una peña a pocos metros de donde se encuentra el mirador que tiene las
cruces.
Pese a
que la gente se amontonaba sobre ese lugar, las aves, acostumbradas como deben
estar a estos menesteres, permanecían tranquilas, ajenas a las idas y venidas
del personal. Al rato, acabó nuestra hora programada de dosis de cóndor andino,
y el guía de nuestra ruta guiada nos reclamó para seguir con nuestro camino por tierras del Valle de Colca en Perú…
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