Amaneció
sobre Zanzíbar tormentoso, las nubes iban cubriendo el horizonte de negro
según avanzaba la mañana. El océano Índico, por lo general turquesa por
estas latitudes, se fue tornando oscuro y amenazador. La mayor parte de los
turistas, y los masáis que aguardan en grupos sobre la arena la llegada de los
primeros, también se fueron retirando desde que apareció la inoportuna lluvia.
Pero ellas no, ellas, las cultivadoras
de algas, seguían con el agua hasta los hombros, como cada día, ¿qué les importaba a ellas
mojarse también la cabeza? – Por mi parte, yo también había venido hasta estas
paradisíacas playas para refrescarme, la lluvia era templada y la arena seguía
estando fresca bajos mis pies...
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