Recién iniciado julio
2013 el aspecto del Parque Nacional de
las Tablas de Daimiel es de los más óptimos que nunca había visto. Todo
está repleto de vida. En las colonias de garzas no cabe ni un nido más;
espátulas, moritos comunes, garcillas bueyeras, cormoranes o martinetes, han copado por
completo las islas de tarayes que bordea el Guadiana a su paso por el Parque.
La vida está instalada
en todo aquello que uno mira. El agua está cubierta de ovas y algas que dan
alimento y cobijo a multitud de aves y a la microfauna que son la base
alimenticia del resto de especies de este lugar. Afortunadamente, nada o poco queda
de los fangos sin vida causados por los vertidos incontrolados de temporadas pasadas.
No obstante, si nos
fijamos en los abundantes peces que nadan de un lado a otro, nos percataremos
que las especies no son las que debieran estar ahí. Inmediatamente constataremos
la presencia de grandes carpas,
originarias de Asia, percasoles, gambusias, y peces gato negro
procedentes todos ellos de Norteamérica a los que también podríamos añadir los cangrejos americanos.
Al borde mismo de las
pasaderas que recorren los visitantes, veremos en estos días de primeros de
verano como cientos de percasoles
escavan con cuidado pequeñas hondonadas donde vigilan las puestas. Aunque más
sobrecogedora es aún la imagen de los grupos, algunos de ellos formados por millares
de alevines, de peces gato nadando
todos al mismo compás y devorando todo aquello que les queda al alcance...
¿Dónde está entonces la fauna originaria
piscícola del Parque Nacional de las
Tablas de Daimiel? - Pues bien, si miramos detenidamente entre las aguas, aparentemente
nada queda de las anguilas de río,
los cachuelos, los jarabugos, los barbos o los cangrejos de
río autóctonos que alimentaban a las gentes de este lugar en otro tiempo.
No hemos sido capaces de poner barreras a todas estas plagas, perdiendo la
singularidad de muchas de las especies que daban sentido a este maltratado Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.