Paseando al atardecer por las cercanías del hotel, un espacio enclavado en medio de una gran zona verde rodeado de impalas, cebras y por miles de mosquitos que no dejaban de picarme por todas partes, un ave llamó mi atención. Se trataba, ni más ni menos, de un macho de monarca colilargo africano (Terpsiphone viridis).
Se
encontraba oculto entre los árboles, bastante alejado de mí. Una fina lluvia
empezó a caer, algo que no impidió que los mosquitos siguieran cubriendo, literalmente,
mis piernas y empezasen a picarme uno tras otro…
Y así fue, que como consecuencia de los malditos mosquitos y de la lluvia tuve que salir a la carrera del lugar privándome de inmortalizar en una fotografía medio decente a esta preciosa ave.
Ya vendrán tiempos mejores, pensé.
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