La ciudad
de Casablanca (Marruecos), es considerada por los propios marroquíes como una
ciudad de negocios. Sin embargo, esta gran urbe, también cuenta con numerosos
atractivos que bien merecen una reposada visita.
Uno de
estos lugares, es la conocida como Medina
Nueva, Medina Francesa o
simplemente El Habous, construido originariamente para albergar a los
pobres de la ciudad, hoy es uno de los lugares más visitados. Su origen se
remonta a mediados del siglo pasado, durante el protectorado francés.
Precisamente son estos, los que intentan, a su modo, construir una medina, digamos
distinta. Las callejuelas son retorcidas de manera intencionada, aunque a mi
juicio, resulta un tanto artificial, si la comparamos con cualquier otra medina.
En las tiendas
se abarrotan multitud de suvenires, muchos de dudosa procedencia y de más dudosa
aún calidad. Otros, verdaderas obras de arte. Por todos ellos, es obligatorio
regatear para la obtención del mejor precio posible. No olvide, que en esto del
regateo, no hay ni vencedores ni vencidos, ni tampoco que los verdaderos
expertos en estas lides, son los comerciantes…
Entre las arcadas y las callejuelas, se esconden
antiguas puertas y ventanas de inspiración hispano-morisca. También son
frecuentes los Ryads (hoteles con encanto), las mezquitas, y hasta aquí se encuentra un fastuoso palacio real,
que no es posible ni fotografiar, ni mucho menos visitar. En El Habous, se encuentran las panaderías
y las pastelerías más afamadas de la ciudad. Es imposible dejar de lado los
típicos pastelillos de almendra y miel, o
las pastelas de pescado o pollo con almendras, uno de los platos más
reconocidos de la gastronomía marroquí.
En las zonas aledañas, podemos encontrar calles y
más calles donde se vende absolutamente de todo. Existen barrios enteros donde
comprar fruta, otros de telas y otros especializados, por ejemplo, en productos
hechos en plástico. Aquí es posible encontrar cualquier cosa que imagine. Para
acabar la jornada, qué mejor que comprar una buena porción de carne de camello
o de pinchito de cordero, y llevarlo a alguno de los puestos callejeros donde
lo prepararán al punto acompañándolo de la ensalada de la casa. Hay que
probarlo todo en cada viaje…
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