En
estos días de Semana Santa he visitado parte de la comarca del Liébana
en Cantabria. Sin lugar a dudas uno de los paisajes más bellos y ricos
en biodiversidad de España. Los pequeños pueblos, muchos de ellos habitados
por unas pocas decenas de personas viven los ritmos que marcan las estaciones.
Sus gentes, la mayoría de avanzada edad, mantienen pequeñas explotaciones
ganaderas y agrícolas.
Vendejo, anejo del vecino Pesaguero, a penas cuenta con una veintena de vecinos. Buena parte de las edificaciones, algunas de interesante valor histórico, se desmoronan en silencio debido al paso del tiempo y a la dejadez de la administración competente. Estas calles conocieron de primera mano las Guerras Carlistas, la llegada de los indianos cargados de fortuna y la más reciente Guerra Civil.
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