En cualquier viaje que se precie a Jordania aparecerá la visita al desierto de Wadi Rum, lugar declarado Patrimonio de la Humanidad y que sorprende, sobre todo, por los color rojizo de la arena, de las montañas desnudas y por la amplitud de las vistas.
No obstante, tengo que admitir que a mí me decepcionó un poco
el planteamiento de la visita por parte de las agencias de viajes y de los turoperadores,
empeñados en hacer de cada lugar una oportunidad para vender recuerdos.
La visita se hace
sobre todoterrenos que circulan a toda velocidad sobre la arena con el objetivo
de subir la adrenalina de todos los visitantes, sin tener en cuenta ni la edad,
ni los intereses de cada uno (no necesariamente la velocidad y el riesgo son
sinónimos de diversión), por último, las explicaciones sobre la flora y la
fauna, por lo menos en mi caso, fueron nulas.
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