En los matorrales que rodean el templo egipcio de Abu Simbel,
al borde del Lago Nasser, multitud de pajarillos revoloteaban ajenos al
devenir de las hordas de turistas y de sus ruidos. Desgraciadamente para mí, no
tuve el tiempo que hubiera querido tomar alguna foto de cada uno de ellos.
En las alambradas próximas de la cafetería un buitrón
rabilargo (Prinia gracilis) me vigilaba con la misma curiosidad que
yo lo vigilaba a él.
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