Como casi todo en la vida, el Libelloides ictericus es uno de esos pequeños seres dotados de belleza, tan efímera, como el tiempo que dura una primavera. Era ya bien entrada la calor de abril, cuando estos preciosos insectos a medio camino entre las mariposas y las libélulas, deambulaban entre los juncos y los prados aún verdes por las abundantes lluvias.