Pasados los días volví a recorrer la zona del nido de búho real, rebusqué bajo cada
sombra, por pequeña que fuera, entre "el montarral" y las piedras. Como ya he
comentado en otras entradas dedicadas a esta especie, los pollos de algunas rapaces nocturnas abandonan pronto el
nido, y se resguardan buscando las sombras y escondrijos más cercanos. Por eso,
si aún estaban vivos, no podían haber andado demasiado…
Aunque todo mi esfuerzo fue en vano, no encontré
nada. Me sorprendió la cantidad de gente que pasó por el lugar durante el
tiempo de mi búsqueda. Supuse que muchas de las personas que deambulaban por
allí eran conocedoras de la existencia del nido. Entonces pregunté a unos
chavales que pasaban con sus bicis. Fue cuando me dieron la fatal noticia.
Ellos habían visto varios pollos de búho real y un adulto, todos muertos, al lado
mismo de la carretera. Y que semanas antes, en el mismo lugar, había aparecido
otro adulto muerto.
Imposible que los pequeños cruzaran el caudaloso
arroyo y el terreno que separa hasta la carretera, y que murieran todos
atropellados a la vez... Y mucho menos, que también muriera la madre en la
misma extraña circunstancia y en el mismo lugar.
El verdadero problema sigue siendo que las personas
que viven más íntimamente ligadas al campo, siguen sin percibir, que las
rapaces o los linces, por poner un ejemplo, forman parte de nuestra riqueza
natural, y que son el legado para las nuevas generaciones. Y mientras no se solucione
este problema mediante una eficaz educación medioambiental, se seguirán
produciendo episodios tan tristes como este.
Y Así terminó ya no el episodio del nido de búho
real, sino el de la familia entera…