En Egipto, desde antiguo, todo nace y todo muere en el Nilo. Egipto es por lo tanto un milagro del río Nilo. Las llamadas tierras negras cubrían las orillas tras las inundaciones anuales otorgando un preciado maná al yermo suelo del desierto del Sahara. Son solo unos pocos los kilómetros de tierra verde en cada uno de los márgenes del río, el resto es el vacío.
En
la actualidad, millones de personas viven del río, de su rica agricultura, de su
legado histórico. Una inmensa y caótica conurbación se alarga hasta el mar
Mediterráneo trasformando el agua otrora cristalina y llena de vida en agua
negra. El río fue domado por el hombre, apresado, reconducido, contaminado por
cenizas agrícolas, por residuos urbanos y por los desechos de decenas de barcos
turísticos que lo recorren cada día.
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