Aprovechando que tras las mañanitas de niebla vienen tardes de paseo, ayer me dirigí a la ZEPA del Campo de Calatrava (Ciudad Real), sobre todo para intentar ver aves esteparias, que durante los meses de invierno suelen formar grandes bandadas por estas llanuras.
Lo curioso de este lugar, donde la vista se pierde en la amplitud de los sembrados verdes, alternos a los barbechos marrones y negruzcos de origen volcánico, es que no parece que suceda gran cosa, sin embargo, si nos fijamos un poco, inmediatamente empiezan a aparecer aves por todas partes.
Nada más parar un águila real, próxima al aeropuerto, que por cierto sigue sin ninguna actividad. Un poco más adelante dos halcones se van robando o pasando una y otra vez lo que parece una paloma. Con tanto revuelo han captado la atención de un aguilucho lagunero, que consigue adueñarse de los últimos despojos de la presa. Entre el pastizal, una docena de sisones y algunas gangas ibéricas permanecen ocultos, y un poco más lejos, en sus ancestrales lugares de exhibición, los grandes machos de avutarda han iniciado el período de celo.
El invierno ha vuelto a traernos del lejano norte, un buen número de avefrías, aunque de los chorlitos dorados nada se conoce en esta temporada. Lo que sí se dejan ver, es la multitud de grajillas forrajeando junto con las grandes y ruidosas bandadas de calandrias comunes.
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