Con la
llegada del calorcillo, aparecieron las cicindelas campestris, recorriendo
los caminos velozmente y atrapando todo lo que pone a su alcance. Mirando sus
mandíbulas, se puede afirmar que es toda una suerte para nosotros de que sean
tan chiquitas…
Interesante entrada,ya dicen que la primavera la sangre altera pues a los animalejos igual jajaja. Saludos y te invito a echarle un vistazo a mi blog ;)
ResponderEliminarEso parece... Aunque por el Campo de Montiel albaceteño, dejando de lado los constantes terremotos, las cosa va despacio...
ResponderEliminarSaludos.