“Las
aves son tan listas que cogen lo mejor del norte y lo mejor del sur.”
“Binta
y la Gran Idea” - Javier Fesser."
Sobre la ciudad de Tánger, más que en ningún otro lugar en el mundo, ahí arriba en el
cielo, están marcados de alguna manera, aunque invisibles para nosotros,
senderos ocultos por los que circulan miles de seres vivos dos veces en cada
año. – Con frecuencia, pasan rápidos, callados, desapercibidos para nuestros
sentidos. - Realmente, se podría decir que
solo aquellos que educaron sus ojos para captar este acontecimiento, pueden
deleitarse con uno de los mayores espectáculos que aún es posible encontrar en
la madre naturaleza; La gran migración
de las aves.
La migración prenupcial empezó casi con el nuevo
año. Ya entonces, se veían con vuelo rápido, rumbo al norte, las primeras golondrinas comunes. Llevaban bastante
prisa, pues esta vez, estaba en juego la toma de posesión del territorio,
encontrar pareja y empezar a sacar adelante una nueva generación de polluelos.
Tras ellas, aparecieron los vencejos
comunes, los aviones zapadores,
las codornices, las cigüeñas negras, las carracas, los halcones abejeros o las águilas
calzadas, por citarles algunas de las muchas especies que han cruzado
nuestros cielos desde finales de enero, hasta bien entrada la primavera.
Las aves, sus ausencias y sus retornos, de alguna
forma, siempre estuvieron presentes en la sabiduría popular. - Campesinos,
agricultores, ganaderos y todas aquellas personas que viven ligados al ritmo
que marcan las estaciones, desde antiguo, se preguntaron sobre las partidas y
venidas de todas aquellas aves, grandes y pequeñas, que surcan el cielo en
verano, y que de buenas a primeras, dejan de verse durante meses enteros sin
dejar apenas rastro. - Fenómeno natural, que permanece recogido en refranes,
dichos, canciones y coplas, transmitidos de padres a hijos, desde antaño.
Numerosos de estos refranes y dichos populares,
tienen como protagonistas indiscutibles, entre todos los pájaros, a las
pequeñas golondrinas comunes (Hirundo rustica);
“el 15 de
marzo da el sol en la umbría y canta la golondrina”
“cuando viene la golondrina, el verano está
encima”.
Después de los interminables días de invierno, con sus
escasas horas de luz, tras haber sufrido no pocas escarchas y heladas, el
avistamiento de la primera golondrina era recibido como la esperada señal, que
marcaba el final del período de carestía, y que además anunciaba que un nuevo
cambio de estación estaba a la vuelta de la esquina. Entonces, y solo entonces,
los campos volverían a florecer otra vez, y en breve, empezarían a recogerse
las primeras cosechas. – Aunque a decir verdad, y como suele ser bastante
frecuente en los refranes populares, para otros muchos, la llegada de la
primera golondrina no era necesariamente el punto de inflexión que marcaba el
cambio de estación. Y así consta en el refranero popular francés, al afirmar
que:
“una golondrina no hace primavera” - “Une hirondelle ne fait pas le printemps”.
Aunque muchos expertos afirman, debido sobre todo
al traído y llevado calentamiento climático, que las cigüeñas blancas; Ciconia
ciconia, han dejado de migrar, desde antiguo, también ellas han sido
portadoras de la notica que anunciaba la llegada de la primavera y sus bondades.
Y así lo recoge el dicho popular; - “Por
San Blas la cigüeña verás”.
Es decir, sobre el 3 de febrero, es más que
probable que estas magníficas aves, hayan ocupado sus nidos, algunos de los
cuales son tan antiguos como la propia ciudad.
Las aves además de anunciar la llegada de la
primavera, también predicen el frío; “Cuando
el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo”, advierte de la tormenta; “Ave de mar que busca madriguera, anuncia
tempestad de esta manera”, Cantan a la noche, y también al alba, además son portadoras de buenos y malos
augurios, andan, corren, nadan, vuelan, son símbolo de paz, de libertad y
además son capaces, ellas solitas, de traerse a los niños desde París… -
¿Realmente, aún se siguen preguntando que para qué valen los pájaros?...
Llegados a este punto, volvemos a retomar nuestra
primera cuestión, aún sin resolver; ¿Dónde
van las aves en los largos meses en las que no las vemos?... – Pues bien, hoy
en día, hasta el menos avezado en estos temas ha oído hablar alguna vez de las
migraciones de los pájaros. Los más puestos, incluso sabrán que también
numerosas especies de peces, de insectos e incluso de mamíferos, necesitan recorrer
cientos o miles de kilómetros, según la especie, en busca de las condiciones necesarias
para sobrevivir o reproducirse. – Esto que ahora parece una verdad de
Perogrullo, no hace demasiado dio innumerables dolores de cabeza a los primeros
naturalistas que se interesaron en resolver esta gran incógnita.
Así, Aristóteles
afirmó con rotundidad, que las aves, una vez llegado el invierno, se escondían
en agujeros bajo el suelo hasta la llegada de la primavera. - Esta misma idea se
mantuvo durante siglos, y en el XVIII, el anatómico inglés John Hunter, trató de demostrarlo científicamente. Enterrando unas
desdichadas golondrinas bajo el lodo, esperó inútilmente que las pequeñas
avecillas brotaran del suelo como por arte de magia. Y así, aguardó
impacientemente hasta la llegada de la primavera siguiente. Solo tras comprobar
que yacían muertas, donde él mismo las había depositado, comenzó a dudar… - El
naturalista alemán Johann Leonhard
Frisch, fue un poquito más prudente, y pese a seguir manteniendo la misma
idea, de que las aves se ocultaban bajo el barro durante varios meses, esta vez
para demostrarlo, este científico en cuestión, ató cintas de colores en las
patas de algunas aves. Tras comprobar, una vez pasada la temporada de invierno,
que los pájaros volvían con las cintas limpias, dedujo que toda aquella teoría,
mantenida durante siglos, podría ser falsa...
Afortunadamente la ciencia, poco a poco, ha ido
dando algo de luz a este gran enigma. – En nuestros días, aún sin haber
despejado por completo todas las incógnitas, hemos avanzado lo suficiente como
para saber que miles aves vuelan hacia el norte con la llegada de los primeros
días de primavera, y vuelven nuevamente a desandar el camino, esta vez rumbo al
sur, coincidiendo con el final del verano. De muchas especies se sabe incluso
cuál es el recorrido preferido por la mayor parte de los individuos, el número
de kilómetros aproximado, la distancia recorrida en un solo día, los elementos
que sirven a las aves para orientarse incluso durante la noche, o los elementos
que fuerzan a todas estas especies para cambiar de territorio.
Gracias al anillamiento científico de aves o la
radiotransmisión de algunos pocos ejemplares, los ornitólogos de todo el mundo
trabajan coordinados en un gigantesco proyecto en el que cada voluntario,
anillador o simple aficionado va aportando su granito de arena. Ahora sí
tenemos la información necesaria de la que adolecíamos hace tan solo unas pocas
décadas.
El 19 de junio del pasado año 2012, en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), un macho de carraca europea, coracias garrulus, se radio marcó por miembros de la Sociedad
Española de Ornitología (SEO-BirdLife.), con el objetivo de conocer los
movimientos, en tiempo real, en su éxodo migratorio desde la Mancha hasta el centro de África.
Tras cruzar el estrecho
de Gibraltar, atravesó Marruecos
y ocho países más. Cruzó Mauritania,
Mali, Níger, Chad, Camerún, hasta llegar en el pasado mes
de noviembre a Angola, lo que supone
un recorrido de 6.700 kilómetros. En la actualidad, esta carraca en concreto, ya
habrá desandado todo el camino, y en estos días, debe haber llegado nuevamente
a tierras manchegas donde habrá comenzado un nuevo período de cría. Número de
kilómetros recorridos en total; 13.000.
Realmente, no todas las especies de aves realizan
necesariamente grandes viajes, o están obligadas a cruzar continentes enteros.
A algunas les basta con bajar de las montañas, nevadas en invierno, a lo más
profundo del valle, para así sobrevivir a la falta de alimento. Pero de otras, por el contrario, se podría decir que pasan
sus vidas sin dejar de mover sus alas ni un solo instante.
En América,
el pequeño chorlo, Charadrius semipalmatus, de solo 30 gramos de peso, vuela todos los años
desde Canadá a Perú, 10.000 kilómetros llenos de peligros. El charrán ártico, Sterna paradisaea,
es capaz de pasar desde el polo norte al sur, recorriendo 38.000
kilómetros. En algunos casos la migración anual llega a alcanzar los 80.000
kilómetros en un solo año. Se trata de la migración más larga de todas las
aves.
Aquí, en el estrecho de
Gibraltar, es la principal puerta de acceso para la entrada de aves en lo que
se refiere al continente europeo. Por ejemplo, entre las planeadoras, como los
milanos negros (Milvuls migrans), abejeros europeos (Pernis apivorus), cigüeñas
blancas (ciconia ciconia), cigüeñas negras (Ciconia nigra), águilas calzadas
(Aquila pennata), águilas culebreras europeas (Circaetus gallicus), alimoches comunes
(Neophron percnopterus) y buitres leonados (Gyps fulvus) entre otras…
Para que se hagan una idea en la primavera pasada del 2012, y según el proyecto
Migres, que estudia desde hace años este fenómeno, se contabilizaron 90.000 de
estas aves. Solo entre cigüeñas y rapaces. Realmente si tuviéramos en cuenta
todas las especies que por aquí sobrevuelan, estaríamos hablando de millones de
aves que coinciden en el tiempo y en el espacio, lo que hace de esta zona un
lugar único en el mundo.
(Artículo en el nº 24 de la revista Kasbah; Tánger - Marruecos, junio 2013)
Este año bajo a finales de Agosto a Tarifa. No sé mucho de la zona, sólo que es gran paso migratorio sí. Algún consejo? Me escaparé de la playa algún día si me dejan para hacer otro tipo de tursimo.
ResponderEliminarA finales de agosto se pueden ver muchísimas aves que pasan el Estrecho. Infórmate en el colectivo cigüeña negra de Tarifa, ellos te aconsejarán los mejores lugares...
ResponderEliminarBesos.